Valledupar vivió nuevamente una de sus semanas más esperadas del año: la edición número 58 del Festival de la Leyenda Vallenata en homenaje al maestro Omar Geles, una celebración que va mucho más allá de la música. Este festival no solo preserva y honra una de las expresiones culturales más importantes de Colombia, sino que también abre espacio para las nuevas generaciones de artistas que mantienen viva la llama del vallenato tradicional. Entre competencias, conciertos multitudinarios y emociones desbordadas, este año el festival demostró por qué sigue siendo uno de los eventos folclóricos más importante del país.
El gran protagonista fue Iván Zuleta, quien fue coronado como Rey Vallenato 2025. Proveniente de una familia emblemática en la historia del género, hijo de Emiliano Zuleta Díaz y nieto de Emiliano Zuleta Baquero, Iván logró conquistar al jurado con su destreza en el acordeón y su profundo respeto por la esencia del vallenato. Su victoria fue recibida con entusiasmo, no solo por el público que lo ha seguido por años, sino también por quienes reconocen su aporte constante a esta tradición que sigue evolucionando sin perder sus raíces.
En la categoría de canción inédita, el ganador fue Michael Alexander García Riascos, con una composición que supo combinar sentimiento, autenticidad y poesía. Este premio es especialmente significativo porque da visibilidad a las nuevas voces creativas que siguen narrando historias del Caribe y del alma colombiana a través del vallenato.
Otra figura destacada fue Heinis Yulieth Gulfo Palma, quien se llevó el título de Reina Mayor del festival. Su interpretación del acordeón dejó claro que el talento no entiende de género, y que las mujeres vallenatas están conquistando cada vez más espacios en este terreno tradicionalmente dominado por hombres.
La piquería, ese arte de la improvisación y la agilidad mental, tuvo como gran vencedor a Julio Andrés Gil Barros, quien se coronó como Rey de la Piquería con versos agudos, humorísticos y cargados de picardía, fiel al estilo que ha caracterizado este formato de duelo verbal durante décadas. En las categorías más jóvenes, el festival también vibró con emoción. Gregorio Javier Gutiérrez fue elegido Rey Vallenato en la Categoría Aficionado, mientras que Santiago David Oñate Quintero brilló en la Categoría Juvenil. En la Categoría Infantil, el joven John Emiliano Olmos Prieto sorprendió a todos con su habilidad al acordeón, dejando claro que el futuro del vallenato está asegurado desde las primeras edades.
También en la rama infantil, el título de Rey de la Piquería Menor fue para Julio César Hoyos Olmos, mientras que María José Arias Pérez fue coronada como Reina Menor, consolidando la importancia de formar y reconocer talentos desde la infancia. El festival no solo premia a quienes ya tienen experiencia, sino que apuesta por quienes apenas comienzan su camino musical, dándoles un escenario de nivel nacional.
Pero el festival no fue solo competencia. Las noches se encendieron con presentaciones musicales de alto nivel. Artistas nacionales como Silvestre Dangond, que arrasó con su carisma y energía, y Beele, que llevó un toque de genero urbano al evento, llenaron de ritmo al Parque de la Leyenda Vallenato. El cartel de conciertos también incluyó figuras internacionales como Chayanne, Gilberto Santa Rosa y Pepe Aguilar, demostrando que el Festival de la Leyenda Vallenata ya no solo es una cita para los amantes del vallenato, sino un espectáculo de talla internacional.
Durante toda la semana, Valledupar fue el epicentro cultural del país. Las calles se llenaron de turistas, músicos, parranderos, periodistas y familias enteras que ven en este festival una forma de reafirmar su identidad. En cada plaza, cada caseta y cada tarima, el acordeón sonó como una extensión del alma vallenata. Se bailó, se cantó, se improvisó y se celebró lo nuestro.
El Festival de la Leyenda Vallenata es mucho más que una competencia de acordeoneros. Es un patrimonio vivo, un puente entre generaciones, una oportunidad para que Colombia y el mundo recuerden que el vallenato no es solo un género musical, sino una forma de contar historias, de expresar emociones y de conectarnos con nuestras raíces. La edición 58 fue prueba de ello: una mezcla perfecta entre tradición, innovación y orgullo cultural.